Mi nombre es Senobia, actualmente tengo 25 años y tengo mi emprendimiento de heladería, la cual promueve el consumo natural, revalorizando cada uno de los productos que produce la madre tierra.
Yo llegué a Sucre a la edad de 11 años, antes vivía en una comunidad lejana, pero tuvimos que migrar, porque estábamos pasando una complicada situación económica, ya no teníamos los recursos suficientes para vivir, y mis padres creían que el traernos a Sucre era una solución a todo, pero no fue así.
Cuando llegamos a Sucre, fue muy duro, porque había veces donde no teníamos nada para comer. Muchas veces mis padres nos dejaban solos a mis hermanitos y a mí, porque ellos se iban a cosechar y, como se dice: “teníamos que buscarnos la vida”. Yo soy la tercera de mis hermanos, en total somos 6. Mis hermanos decidieron emprender su propia vida, por lo que yo me quedé como responsable de mis dos hermanos menores.
Mi primer contacto con Cemse y Save the Children fue en el año 2014, en el proyecto que se llamaba mi presente y mi futuro: la decisión es mía. Ese año el Cemse ingresó a trabajar en mi colegio, cuando iniciaron pensábamos que solo era un taller y nada más, pero fueron muchas actividades que nos gustaban, nos divertíamos en los talleres y me ayudaron a valorarme. Lo que más me gustó fue el elaborar mi proyecto de vida, porque en esos tiempos no sabía que hacer, pero cuando me enseñaron, ya tomé consciencia de lo que quería hacer con mi vida.
Luego ellos lanzaron concursos para emprendimientos y proyectos sociales me puso feliz, ya que yo quería participar en el concurso de emprendimientos, pero mis compañeros no. Cuando empezamos a realizar el proyecto social fuimos a dar talleres a los cursos menores de mi colegio, también teníamos reuniones con otras agrupaciones de otros colegios que también pasaban el proyecto. Cuando realizábamos los encuentros realmente me sentía feliz, me olvidaba de todos los problemas que tenía en casa, me olvidaba de todo me sentía feliz, pero llegaba a mi casa y nuevamente me topaba con la realidad de no tener recursos y veía la necesidad de buscar algún trabajo que nos ayude a poder tener alimentos para la semana.
Cuando terminó el proyecto realmente fue algo triste para mí, pero no tenía más opción de seguir adelante, seguimos en la búsqueda de mejorar nuestra situación, había momentos en los que volvía al campo y quería quedarme, pero tenía mucha pena, porque mis hermanos también vivían en sucre.
Durante ese tiempo empecé a vender de todo para ir ganando dinero y ayudar a mis papás. Empecé vendiendo masitas, queques, postres, hasta que se me dio la posibilidad de entrar a estudiar gastronomía en un CEA cerca a mi casa, pasando clases en la noche. El estudiar en el CEA significaba mucho esfuerzo para mí, ya que por la mañana estudiaba en el colegio, en la tarde salía a vender y en la noche pasaba clases hasta las 10 de la noche, pero sabía que ese esfuerzo era para mí.
Cuando estuve en el CEA aprendí hacer algunas cosas de gastronomía y también de repostería, pero más me gusto la repostería, aprendí hacer lo básico de repostería. Luego salí bachiller, pero por motivos económicos no pude entrar a la universidad, pero eso no me impidió a que siga luchando por tener una mejor calidad de vida. A finales del 2019 empecé a vender helado con lo poco que sabía, con los ahorros que tenía me compré lo básico como batidora, licuadora, los envases de plastoformo, un carrito para llevar el helado y fuentes. Al principio cuando vendí nadie me compraba, estaba a punto de dejar de vender, hasta que vi que debía acercarme más al cliente, haciéndolo degustar mi helado, que pruebe el producto y así se anime a comprar.
Todo estaba empezando a encaminarse, hasta que llegó la pandemia, y nuevamente las cosas empezaron a ir de bajada, no podíamos vender por las restricciones que había, no sabíamos qué hacer junto con mis hermanos, hasta que decidí vender mis cosas que había comprado para la producción del helado, y con ese dinero, fue que nos sustentamos para comer y vivir durante la pandemia.
De cierta manera eso me afectó mucho debido a que sentía que nuevamente todo se estaba cayendo, pero sabía que eso me debería fortalecer para nuevamente empezar con lo que era mi sueño, emprender. Y apareció una oportunidad desde la Dirección de juventudes de Sucre, ellos estaban realizando cursos para emprendedores, decidí inscribirme y no me falté a ninguna clase. Por mi esfuerzo y dedicación me dijeron que postulé mi emprendimiento para ver si había la posibilidad de apoyarme con un pequeño capital, me emocioné y presenté mi idea de negocio y gané. Ese fue el inicio de un nuevo vínculo con el programa Adolescentes Protagonistas del Desarrollo Power 4 AY, el destino nos volvía a encontrar con Cemse y Save the Children.
Desde ahí, me explicaron lo que había ganado y ese día nuevamente fue tener una luz para alcanzar a tener mi emprendimiento. Dentro de lo que gané, estaba un dinero que yo podía disponer en insumos o comprar equipamiento, entonces yo decidí comprarme una procesadora y una batidora y algunos insumos para nuevamente empezar la venta de helados. Es así que desde el 2021 tuve el acompañamiento de los técnicos, quienes me enseñaron nuevamente el tema de costos, me ayudaron con equipamiento, me vincularon con diferentes ferias, todo iba muy bien hasta que me embaracé. En algún momento eso me desmotivó, pero empecé a asimilar que mi bebé debería ser mi motivación para salir adelante. Era una mamá primeriza, con muchos altibajos, pero mi emprendimiento nunca paró, era mi espacio para reconfortarte, para sentirme feliz, porque estaba haciendo lo que quería e iba generando recursos de manera autónoma, no era mucho, pero me servía para ayudar en casa y en la alimentación de mi hijo. En todo ese proceso, mi hermana fue la que más me ayudó, tanto de forma emocional como en las ventas de los helados.
Mi emprendimiento es una heladería orgánica Meraki, ustedes dirán, por qué es orgánica, porque todos nuestros productos están elaborados por productos nativos de los municipios de Chuquisaca. Además, no cuentan con ningún conservante, lo que hace que la calidad y el sabor sea 100% original. Antes yo podía ver que nadie le daba el valor real a la producción que realizaban las personas en el campo, incluso yo veía que eran mal pagados por eso es que yo decidí apoyar a la gente campesina, porque yo me siento muy representada por ellos, porque en ellos veo reflejado el trabajo de mis papás, hermanos e incluso el mío. Yo siento que debemos valorizar lo nuestro, nuestra producción, los productos que producen nuestra gente del campo y también las potencialidades de los municipios de Chuquisaca. Por otro lado, ofrecer al cliente un producto sano, que no sea causante de enfermedades y que, además en nuestro producto encuentre un algo sano, que apoye la producción local y además aporte a una alimentación balanceada.
Mi emprendimiento tiene una filosofía, es la de devolver lo que la tierra nos da, es por eso que, en mi emprendimiento, uno de los productos que más se vende es el helado de cetas u hongos, y estos hongos lo obtenemos de una comunidad camino a Tarabuco, y como retribución a lo que la tierra nos da, cada año realizamos la plantación de 1000 plantines de pino, como una forma de agradecimiento a la tierra.
Actualmente trabajo con alrededor de 35 familias campesinas que se constituyen mis principales aliados para el crecimiento de Meraki, ya que sin su apoyo y sin la producción de sus productos, no podríamos vender los helados orgánicos. Además, siento que ellos se sienten parte de la heladería, porque siempre buscan en darme los mejores productos antes que a los demás, eso me reconforta, puedo decir que Meraki somos yo y las 35 familias campesinas. A su vez, trabajamos con mujeres en situación de vulnerabilidad, algunas de ellas son madres solteras y han sido víctimas de violencia. La verdad yo me siento representada por ellas porque en algún momento viví la situación de ellas, pero no dejamos de luchar por nuestros hijos y yo quiero brindarles el apoyo y las posibilidades de que salgan adelante, como yo lo estoy haciendo.
Para mí el programa Power 4 AY realmente fue el punto de partida en mi vida, cuando sentía que todo se estaba cayendo, me ayudaron a encaminar nuevamente mis sueños. Me fortalecieron y ayudaron a estabilizarme emocionalmente, ya que en los talleres escuchan, dan consejos, me enseñan y todo lo que me dijeron, siempre traté de ponerlos en práctica. Realmente estoy agradecida y, ahora puedo decir que con el apoyo que me dieron veo que lo que soñé cuando era adolescente lo estoy cumpliendo, no es fácil, pero lo estoy logrando, y lo mejor es que puedo ayudar a mis hermanos, a mis papás, a mi comunidad, a otras mamás y a mí, hoy puedo decir que realmente todo mejoró.